dilluns, 23 de novembre del 2009

Sobre los sentidos

Estoy sentado me balanceo con la silla. ¿Y si la espiral de la libreta produjese un sonido,como si de las cuerdas de una arpa se tratara...?
La forma de una arpa se parece a un interrogante.Varias cuadrículas azules recorren el cuaderno sobre fondo blanco, sigo el rastro de la tinta con la mirada mientras escribo. Percibo la ausencia de ruido,el crujir de la madera; de golpe, un pesado sonido amortiguado de una puerta de hierro al cerrarse... El roce suave de mi mano sobre el papel, dibujos irregulares que ruedan sobre el asfalto, un avión recorre un espacio en cielo claro, de norte a sur, no sé..., el sonido lejano parece fundirse. Oigo el canto de los pajaros; la naturaleza, ajena a todo ello, sigue su curso "como lapiz al papel, como sombrero a la cabeza"... igual que las campanas repicando cada hora. No es el silencio pero se asimila como si lo fuese. ¿Es inquietante no oír nada? Los pajaros están encima de las ramas de los árboles, ¿o quizás ya han reprendido el vuelo? Escucho mi respiración, pienso cosas relacionadas con lo balsámico: un pañuelo de seda que se lleva el viento, una lluvia suave en el bosque que te empapa la ropa al caer y la sensación de ingravidez te suspende. Ves las nubes, cómo se tiñen por los rayos del sol y se filtran en una sutil línea, allá en aquel horizonte. Así como tantas cosas, que uno imagina y no se perciben aún. Como en aquel jardín: en medio hay un laberinto, entras dentro y oyes tus pasos y ves sobre ti la gran extensión del cielo. Por un momento te paras a reflexionar, respiras e inspiras, una corriente de alivio te recorre todo el cuerpo. Allí, en aquel momento, decides emprender un viaje -como aquella persona que aparece una vez en la vida y sin querer te deja una impronta.- Caminas y con el tacto, con la mano, vas resiguiendo una amalgama de varios tonos de colores, el largo camino tortuoso... Aún recuerdas aquel reloj de pared y de madera antigua empotrado en aquel rincón de aquella casa, seguías el pendúlo oblicuo con el dedo. Ahora miras de resquicio hacia atrás y no vés más que los pasos perdidos.

Santi torruella.
11.2009.

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