dilluns, 16 de novembre del 2009

Sabadell, mayo 2005

Un viejo amigo mío, Pau, vive en un antiguo edificio en una tercera y única planta del centro de la ciudad; arriba del todo, en la azotea, guarda su telescopio amarillo y algunas noches, sobre todo en época de verano, lo enfoca hacia el cielo para observar algunas constelaciones.
Un buen día entro en un “súper” para comprar su almuerzo, un paquete de tostadas y una cajita de quesos envueltos con papel y aluminio en forma ovalada llevando impreso el nombre de “Caprixdie”; ponía también que sorteaban un viaje para dos personas, dos días en París, la ciudad de la luz. No tenía nada más que hacer, así que lo abrió, leyó las instrucciones del interior de la tapa, llamó al número indicado. Lo atendió una voz femenina desde Madrid, les preguntó ésta sobre una referencia que tenía él que rascar, así lo hizo, ante la sorpresa suya le dieron el conforme que sí le tocó el viaje.
Me propuso a mí para acompañarle, concretamos el día y hora para trasladarnos del aeropuerto del Prat a Orly.
Al llegar nos situamos en la Ópera de París – donde, en un interior, se encuentra una de las pinturas más emblemáticas del pintor Chagall -, dejamos las maletas en el Hotel Petit Horse. El Louvre está muy cerca, allí la gente espera un guiño de la Giocconda, detrás de un cristal opaco.
“Le Marais” un barrio exquisito de París se encuentra una plaza rodeada de edificios del siglo XVII, tipo rústicos de tono rosado, la llaman “Le place de le Broche”. En el mismo entorno está la casa donde nació Víctor Hugo…subiendo por unas escaleras en su interior, que conducen hacia lo que fue el comedor, allí (él) luce un sobrio bronce de su cara. Al salir hay unas arcadas, observe una curiosa casa de anticuarios puesto todo a la vista como una obra de arte.
Entre en un pequeño café (con una entrada) por una puerta muy estrecha y me dirigí por unas escaleras que conducen a un sótano bajo, más amplio en donde unas barricas de vino antiguas sirven de mesas, todo (semi–oscuro) con luz atenuada y un escenario de cortinaje negro al fondo, el sitio mismo invitaba a escribir una historia interesante. Seguidamente las musas de las pinturas de Pablo Ruiz Picasso nos invitaron a ir al “Muse de Le Carnevalette” dónde vivió Madame Suvigne, allí albergan muebles de varios estilos como la época Rococó, retratos sonrientes de arquitectos de puentes, cerámicas con flores exquisitamente dibujadas, vestidos bordados a conciencia dentro de unas vitrinas inodoras.
El dormitorio donde descansó Marcel Proust con su mesita de noche, todo de un color negro, muy sobrio. De pronto imaginé su café con leche con una magdalena al lado del almuerzo, mientras escribía “En busca del tiempo perdido”, suspiré emocionado en aquel sitio, con la sensación de vacuidad. Al salir al jardín interior inspiré el olor a pan tan contagiosa en rincones y calles, los ojos de la gente parecían también buscar algo más en París… Que nunca se acaba.

Santi Torruella

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